Cordelia nació de una niña de catorce años y de un padre que nunca lo fue, y creció huérfana de abuelos en una chabola de los suburbios. Pese a todo, tras cumplir dieciocho años se graduaba con Matrícula de Honor en el más reputado centro de enseñanza secundaria de la ciudad. Nadie habría dicho al verla recibir el diploma que aquella era la misma criatura que hasta que pudo andar por sí misma deambuló metida en un canasto por vertederos y campos de labranza, o permaneció esperando en él días enteros junto a una cadena de producción. Tampoco que la cuna y la cama donde durmió y la silla en la que se sentó, por no nombrar todas sus pertenencias desde pequeña, fueron rescatadas de la basura, cuando no compradas en rastrillos o recibidas en donación. Y mucho menos que los amigos que compartieron su infancia y adolescencia estuvieron estigmatizados por esa misma pobreza, cuando no también por la delincuencia. Es por todo eso que su figura vestida de gala sobre el escenario bien podría haber sido comparada a la de una deslumbrante venus milagrosamente emergida de aguas sucias y cenagosas. El que su persona hubiese quedado impoluta en ese proceso era en parte resultado de su propia valía, aunque no tanto como de una suerte de coraza mágica que la acompañó desde el primero de sus días, impidiendo que su piel se manchara con la mugre del extrarradio, apartando estorbos en su camino y deteniendo derrumbes a su paso. Un ente sobrenatural que, sin embargo, cuando perdía su habitual estado de fábula se convertía en un ser humano de cuerpo menudo. El de una chica de espalda atrofiada a fuerza de cargar con el capazo que la contenía allá donde la obligación la llevara. La misma que intentó compensarla a diario del cariño y la atención que por otros lados nunca habrían de llegarle. Una mujercita no mucho mayor que ella que, mientras recibía ahora los honores de su logro, aplaudía orgullosa y emocionada desde la última fila.
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Bravo, Enrique. Otra historia con el particular y genial sello de «Micromochón»
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Muchas gracias, Isidro. Y perdona por no haberte respondido antes. Un fuerte abrazo.
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