El aviso

Se escucha por todas partes. Por aceras y plazas mientras caminamos cargados de paquetes o buscamos con ansia algo que nadie encuentra. Fundiéndose con los villancicos y los cortes publicitarios, con el ruido de los motores y el golpeteo de las obras, con el llanto de los niños y las risas de Papá Noel; recordándonos su presencia al bajar del taxi o al salir de la boca del metro. Nos hemos habituado a gritar para poder entendernos, a poner la radio para solapar su sonido, pero sigue estando ahí, haciéndose más palpable en el silencio de la noche, cuando salimos a fumar a la ventana o apoyamos en la almohada nuestra cabeza insomne. Dueño entonces de la calle, sobrevuela tejados y atraviesa avenidas, espanta el sueño de los pájaros del parque, rebota por los callejones y estremece las ventanas. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Suave pero agudo. Imperturbable en su monótona insistencia. Como avisándonos de haber invadido una zona prohibida. Como si hubiésemos olvidado cerrar algo.

2 comentarios sobre “El aviso

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