Se escucha por todas partes. Por aceras y plazas mientras caminamos cargados de paquetes o buscamos con ansia algo que nadie encuentra. Fundiéndose con los villancicos y los cortes publicitarios, con el ruido de los motores y el golpeteo de las obras, con el llanto de los niños y las risas de Papá Noel; recordándonos su presencia al bajar del taxi o al salir de la boca del metro. Nos hemos habituado a gritar para poder entendernos, a poner la radio para solapar su sonido, pero sigue estando ahí, haciéndose más palpable en el silencio de la noche, cuando salimos a fumar a la ventana o apoyamos en la almohada nuestra cabeza insomne. Dueño entonces de la calle, sobrevuela tejados y atraviesa avenidas, espanta el sueño de los pájaros del parque, rebota por los callejones y estremece las ventanas. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Suave pero agudo. Imperturbable en su monótona insistencia. Como avisándonos de haber invadido una zona prohibida. Como si hubiésemos olvidado cerrar algo.
El aviso
Publicado
¡Qué buenísimo!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias, Margarita! Muchísima suerte mañana. Tu relato me parece estupendo. Muy tuyo. Un beso.
Me gustaMe gusta